El
ciudadano interesado en los asuntos de la sociedad, en la cosa pública,
se pregunta casi a diario cómo puede ser que siempre sean las
constructoras y sus secuaces en los distintos gobiernos las que defiendan
proyectos mastodónticos que destrozan el medio ambiente, gastan
recursos tan necesarios en otras áreas absolutamente desatendidas,
inventan necesidades inexistentes para la aprobación de su proyecto
y pretendan demostrar su idoneidad con argumentos falsos y siempre contrarios
a los que emiten todas las organizaciones que se preocupan por la conservación
de nuestro paisaje y los expertos en la materia. No una de ellas, sino
todas. |
Rosa Regàs