Glaciación industrial

  Notamos su presencia por el rastro de la destrucción que van dejando. Y casi nunca se les descubre antes, porque suelen trabajar a hurtadillas, porque siempre actúan a traición. Son unas sombras con terno y cartera que, cuando miran un paisaje, le ven la trama, y sacan la calculadora; que donde hay colores y aroma, sueñan infraestructuras suculentas.

  Pero, como los oglala de las Américas antiguas o los pigmeos aka de nuestra costa vecina, algunos no queremos que se toque la hierba –ni la arena- si no hay urgencia para el hombre, y sin haberle pedido perdón a la tierra; y menos aún, que se le haga una cirugía estética siniestra y sin remedio para solaz único de especuladores y contratistas.

  Si para ser Europa, estas islas africanas necesitan convertirse en gigantescos hangares de mercancías errantes, no habrá merecido la pena. Si han de transformarse en un aparcamiento inerte, y sus rutas interiores en un intercambiador oscuro, en una telaraña de asfalto poblada por caravanas mecánicas. Si hay que trasladar las playas y las montañas a parques temáticos de fantasía, hemos equivocado el rumbo.

   Quienes no creemos que la selva sea sólo madera; ni los peces pescado, ni las montañas pretextos para pensar túneles o esculturas en negativo, ni las playas solanas ocasionales y maleables; tenemos que frenar el avance de los depredadores sin freno, y negarle el permiso y los votos a unos gobernantes que trabajan para ellos, a los políticos que les cobijan.

   Si no evitamos que sigan usando el Mundo como plastilina y modelándolo a su medida, la próxima glaciación será industrial, y la habrá provocado la mano insolente de un Hombre que ha renunciado a su futuro para satisfacer los delirios de sus ejemplares más ambiciosos.

  No podemos dejarnos seducir por esa ilusión de progreso que nos presentan confundida con los caprichos de su codicia. Sabemos que el progreso cierto no se calcula en edificios, en superficie de hormigón, ni en balances contables. Y tenemos que dejar de confiar en aquellos que ignoran que el único progreso que vale para el Hombre es el que se mide en gramos de felicidad.

Xabier Recalde

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