La Lluvia Artificial...esa gran desconocida. Es una gran desconocida incluso si no es artificial. Hay zonas en España donde la lluvia es siempre una maravilla.
Aquí mismo, en Sevilla hubo que sacar los "santos" a la calle para que lloviera, aunque a la vuelta de unos pocos meses saliera en la portada del ABC una señora con los brazos en cruz y el agua hasta la cintura que decía: "sacamos los santos a la calle para que lloviera y ahora los vamos a sacar pero para que se vayan corriente abajo", y es que no para de llover.
Esta aventura de lluvia artificial ocurrió en Las Palmas de Gran Canaria, durante los años 1984 y 1985. El presupuesto de esta aventura procedía de las contrapartidas de los "americanos" por el uso de las bases.
El caso es que aquel año en Las Palmas había un equipo de una 10 personas trabajando, un radar meteorológico al norte de la Isla, un científico americano de origen alemán, Albert, especialista en su juventud en descender en paracaídas cada vez que se metía en un cúmulonimbus con su velero para investigarlo, un avión BN2A Islander, dos o tres coches, un mecánico y el piloto, yo.
El Islander BN-2A EC-CKL con el emblema de la V promoción de la E.N.A.. Lo volamos Victoriano Miguel Calvo y Juan Antonio Ortega. Listo para salir a una misión.
La agradable cabina del BN-2A
No pretendo convencer a nadie, sólo voy a contar mi experiencia, que dicho sea de paso fue muy, muy interesante.
Antes de nada la introducción: Existen dos métodos para hacer llover, el más conocido es el de bombardear las nubes, los grandes cúmulos, con nitrato de plata. El nitrato de plata es una sustancia que convenientemente explotada en una nube, quiero decir, pulverizada, proporciona un gran número de núcleos de condensación que "atrapan" las gotitas de agua y las precipitan al suelo. También son efectivos contra las granizadas ya que evitan que las bolitas de granizo sigan engordando mientras viajan de arriba para abajo dentro de la nube porque los núcleos de condensación del nitrato de plata le quitan el agua de su camino.
El otro método, el del Doctor Albert, era especial para Canarias. Fue especialmente concebido y diseñado para ese entorno, para esas bonitas Islas. Para comprenderlo hay que explicar dos o tres conceptos importantes en Canarias. Primero es que existen unos vientos, los alisios, que además de ser los que forman la niebla en el aeropuerto de Tenerife Norte son los que cortan el desarrollo de cualquier nube que se aventure a cruzarlos. Ese es precisamente el motivo de que sólo las Islas que tienen montañas que rompen esos vientos, esa inversión de temperatura son las que permiten que la humedad suba hasta las capas altas de la atmósfera y llueva, Tenerife, La Palma y, en menor medida, Gran Canaria.
Cuesta trabajo verlo, pero la puerta trasera izquierda de este avión estaba desmontada y por ella salía la doble pértiga con los pulverizadores. Dentro del avión montamos un tanque de 500 litros y un motor diesel que generaba la presión necesaria para pulverizar. Junto a ellos una persona para hacerlos funcionar.
¿Qué había que hacer en Gran Canaria?, pues aprovechando la pequeña rampa de lanzamiento que nos brindan sus montañas había que conseguir nubes lo suficientemente potentes para que pudieran romper la inversión de los alisios, desarrollarse y llover.
Bonita vista de Gran Canaria, después del despegue, con rumbo norte, a punto de llegar a Las Palmas, camino de "nuestra" nube.
Sobrevolando Las Palmas. Años 1984 - 1985.
Desde que comenzábamos el trabajo en una nube hasta que alcanzaba la potencia necesaria para poder crecer pasaban unas dos horas. El radar que estaba colocado al norte de la Isla era el que nos daba la posición de la nube más idónea y el que hacia todo su seguimiento. Era una labor complicada. Era absolutamente imprescindible elegir una nube que llegara a la Isla, que no se quedara a su derecha o a su izquierda, que no lloviera antes o después de la Isla.
Nada más entrar en la nube comenzaba nuestro trabajo, comenzaba la pulverización, justo en la base de la nube de un líquido muy caliente, muy concentrado, de nitrato de amonio y urea, de sales.
Esas sales hacían todo el trabajo. Las sales captaban el vapor de agua de la nube y lo iban convirtiendo en pequeñas gotitas de agua, en pequeñas gotitas de agua que iban creciendo, y creciendo.
Como todo el mundo sabe para conseguir que el agua líquida pase a vapor hay que calentarla, hay que darle calor, pues en la nube ocurría el fenómeno inverso, al pasar el vapor de agua a líquido se liberaba el calor necesario para que la nube fuera creciendo, para que fuera aumentando su energía...hasta que se acercaba a Gran Canaria y las montañas y un poquito de condiciones favorables hacían el resto y llovía.
Como el escepticismo es algo común a todos los seres humanos, mi amigo científico Albert me demostraba a cada instante que la nube tratada era la única de su entorno crecía al aumentar el tamaño de sus gotitas de agua conforme terminábamos nuestro tratamiento. De vez e cuando viajábamos hasta otra nube cercana para comparar el tamaño de sus gotitas de agua que siempre era el mismo.
Teníamos un sencillo instrumento graduado para medir las gotitas de lluvia. Era un tubo venturi con una hilo metálico en su interior por el que circulaba una corriente eléctrica. Contra mayor era el tamaño de las gotitas de agua más se enfriaba el hilo del venturi, así que una pequeña escala graduada hacía el resto.
Después de varias experiencia cada vez que salía para hacer llover pensaba lo mismo: "soy el único piloto jili... del mundo que despega para trabajar y fastidiarse la aproximación".
Comenzaba "la gran tormenta". Martes de Carnaval, año 1985.
Y el aeropuerto quedó bajo mínimos por unos minutos...y nevó.
Un día hicimos tan bien nuestro trabajo que, como puedes ver en las fotos, el aeropuerto de Gran Canaria operó durante más de una hora sólo en instrumental real, mientras nosotros esperábamos al norte de la Isla a que mejorara. Incluso nevó.
Durante esos meses de trabajo ocurrió algo raro que nos llenó de orgullo: nos contrataron para hacer llover y nos denunciaron por ¡¡¡¡ provocar inundaciones !!!!. Fue una experiencia bonita y no comprendo cómo no se mantiene todavía hoy esa misión de lluvia artificial en Gran Canaria.
Después del vuelo, un merecido descanso y preparar el avión para el siguiente tratamiento