Noticias aparecidas en la prensa sobre el
envenenamiento por dioxinas
de los alimentos que consumimos, particularmente de los importados.
Sumario:
| Bélgica localiza el origen de la dioxina que
contaminó el alimento de sus animales Detenido el
dueño de la fábrica que exportó aceites reciclados a una empresa catalana
H. IGLESIAS / AGENCIAS, Madrid /
Bruselas
La Justicia belga detuvo ayer en Gante al propietario de la empresa Fogra, tras
confirmarse que fue su fábrica la que introdujo la dioxina en la cadena de alimentación
belga. Fogra, de la que se sospechaba ya desde hace unas semanas, se ocupa de reciclar
grasas y aceites con los que se fabricarán, posteriormente, los piensos para animales.
Esta es la misma empresa que exportó el mes pasado 140 toneladas de grasas a una empresa
de Tarragona -cuando ya tenía prohibido funcionar en Bélgica-, y de las que todavía no
se sabe si están contaminadas.
Después de 28 días de crisis, en los que el Gobierno belga ha sufrido dos dimisiones
ministeriales, amonestaciones varias de la Comisión Europea y una contundente derrota en
las elecciones generales -que acabaron con 40 años de hegemonía socialcristiana y
socialista-, las autoridades de ese país parecen haber llegado hasta el final del
complicado ovillo de la dioxina.
La detención del dueño de Fogra, cuyo nombre no ha sido facilitado, se produjo en la
madrugada de ayer después de que las mediciones en su fábrica mostraran una alta
presencia de dioxina y PCB (policlorobifenilos). Los PCB son precursores de la dioxina, y
su presencia en una sustancia delata la presencia también de la dioxina, un compuesto
tóxico y cancerígeno.
Fogra, ubicada en la región francófona de Valonia (sur de Bélgica), recolecta y recicla
aceites y grasas animales que después vende a empresas procesadoras, que son quienes a su
vez las venderán a las fábricas de piensos.
Según los análisis realizados en los últimos días, la contaminación con dioxina se
produjo por la filtración durante el proceso de aceites para motores, que se mezclaron
con los aceites de fritura reciclados. "No estamos todavía completamente seguros de
que haya sido ésa la causa, pero es muy probable", declaró ayer Nicole de Rouck,
portavoz del fiscal de Gante a cargo de las investigaciones, a la cadena RTL. De Rouck no
hizo referencia a uno de los misterios que siguen rodeando el escándalo, y es que
los primeros análisis realizados en Fogra, el mes pasado, mostraron unos índices muy
bajos de PCB en sus instalaciones.
Fogra, la única empresa valona en su especialidad, solía vender sus productos a la firma
Verkest, ubicada cerca de Gante, en la región flamenca, y que durante varias semanas
había sido acusada de ser la causante principal del fraude. Verkest, suspendida desde el
2 de junio, procesaba los aceites y los vendía a los fabricantes de piensos para
animales.
La detención del propietario de Fogra coincidió ayer con la liberación de Lucien
Verkest y su hijo Jan, propietarios de la empresa que lleva su nombre. "Fueron
liberados, sí, eso quiere decir que no hay más prisión preventiva, pero el proceso
continúa y los cargos contra ellos siguen en pie", dijo de Rouck.
Cuando Fogra vio acotado su mercado en Bélgica, donde se le prohibió vender sus
productos, recurrió a la exportación, a través de un intermediario holandés. Uno de
estos destinos ha sido España, adonde llegaron 140 toneladas de aceite de fritura, según
se confirma en un informe de la comisaría europea de Consumo, a cargo de la italiana Emma
Bonino, realizado entre el 8 y el 11 de junio. La Generalitat inmovilizó el viernes
pasado en Mont-Roig de Camp (Tarragona) 52 de estas toneladas (se desconoce el paradero de
las restantes), mezcladas con otras 88 toneladas de aceite de origen alemán.
Todavía no se sabe si éstas toneladas están contaminadas. La consejería catalana de
Agricultura ha recibido una carta de las autoridades sanitarias belgas en la que se
señala que las 140 toneladas importadas por Cataluña están libres de dioxina. La
Generalitat ha decidido, sin embargo, esperar la confirmación de la Comisión Europea,
por lo que la medida cautelar sigue en pie, sobre todo después de las declaraciones
hechas ayer por el nuevo ministro belga de Sanidad, Luc Van den Bossche, que afirmó que
"todavía hay que ver si las grasas exportadas por Fogra están contaminadas o
no".
Toros inmovilizados
En España, las consejerías de Agricultura de La
Rioja y Castilla y León inmovilizaron ayer sendas partidas de grasas recicladas
destinadas a piensos y toros sementales, no destinados al consumo humano. En La Rioja, las
autoridades retiraron 50 toneladas de grasas, procedentes de Holanda y un toro belga,
mientras que en Castilla y León la inmovilización se produjo sobre "pequeñas
cantidad de aceites procedentes de Bélgica", según el director de Industrias
Agrarias leonés, Julio Ruiz, y seis toros y 30 cerdos belgas.
EL PAIS, 23-06-1999
|
| El
'caso Bélgica'
La crisis de los pollos
con dioxina no es una más de las que azotan al reino. Es la más grave porque afecta a
todos los ciudadanos y al sustrato económico de un país cuya prosperidad consiste en
exportar WALTER OPPENHEIMER
El eco del escándalo Dutroux, la desastrosa investigación policial del asesinato de
cuatro niñas por un peredarasta, no se había aún acallado, cuando en Bélgica ha
estallado ya una nueva crisis. La contaminación con dioxina de grasas animales ha
provocado un terremoto político del que han sido víctimas los partidos tradicionales. La
ineficacia de una administración propensa a la corrupción y la jungla de instituciones
superpuestas que gobiernan el país son consideradas culpables. Y de nuevo surge la
pregunta: ¿Cuanto durará Bélgica?
Bélgica otra vez. Hace casi tres años, este pequeño país suscitó la atención de los
medios de comunicación de medio mundo. Eran los tenebrosos tiempos del caso Dutroux,
el pederasta acusado del asesinato de dos adolescentes y dos niñas y el rapto de otras
dos. Aquel horrible incidente traspasó la barrera de las páginas de sucesos y se
convirtió en un problema político de primer orden. En octubre de aquel año, 1996, más
de 300.000 belgas tomaron las calles de Bruselas en una impresionante manifestación de
silenciosa protesta.
Aquella marcha blanca que conmovió
a Europa era la advertencia de todo un pueblo contra su clase dirigente. Un pueblo
eternamente dividido entre valones y flamencos, entre belgas y extranjeros, entre moros y
cristianos, pero unido por una vez en defensa de sus niños. Aquel toque de atención hizo
tambalear los cimientos de todo el Estado belga. No era sólo un lamento por las niñas
muertas. Era sobre todo el estallido ciudadano contra lo que aquí llaman "las
disfunciones del Estado".
El caso Dutroux había puesto
al descubierto las cloacas de Bélgica. Había sido la prueba de que nada parecía
funcionar en un país en el que hace no tantos años era habitual introducir un billete de
500 francos (2.000 pesetas al cambio actual) entre los documentos que se entregaban a un
funcionario. Una corruptela lo suficientemente pequeña como para no constituir delito,
pero lo bastante adecuada como para acelerar cualquier trámite. El caso Dutroux
descubrió a los belgas que los jueces de un distrito no hablaban con los del otro. Que
los policías se regateaban la información. Que su rey, Alberto II, y su primer ministro,
Jean-Luc Dehaene, seguían de vacaciones mientras la gente corriente velaba a las primeras
niñas muertas. Aquel drama colectivo derivó en la marcha blanca. No sólo por las
niñas, no sólo contra Dutroux, sino para que todo cambiara.
Pero todo sigue igual en un país en
el que una banda de matones había sembrado de cadáveres los supermercados de la
periferia de Bruselas en los años ochenta, los tiempos de las matanzas del Brabante. En
un país en el que el referente de los socialistas francófonos, André Cools, había sido
abatido a balazos sin que nadie sepa todavía ni por qué ni por quién. En un país en el
que un veterinario había sido asesinado impunemente por denunciar a la mafia de
las hormonas, los ganaderos que se enriquecían engordando terneras con sustancias
prohibidas. En un país en el que un ex ministro, Willy Claes, había dimitido como
secretario general de la OTAN, acusado de haber cobrado comisiones de las empresas
armamentísticas Agusta y Dassault por la compra de helicópteros en los tiempos en que
formaba parte del Gobierno belga.
El caso Dutroux, el caso
Cools, el caso de las matanzas del Brabante, el caso de las hormonas, el
caso Agusta. Y ahora, el caso de la dioxina. La contaminación que ha
convertido en potencial veneno lo mismo pollos que huevos, cerdos, terneras, mantequillas
y cientos de productos derivados. En fin, el caso Bélgica. ¿Cómo, en un país
tan pequeño, puede haber tantos casos en tan poco tiempo? "Espero que por
casualidad", ironiza Yves de Smet, redactor jefe del diario flamenco De Morgen.
"Pero más importante que el número de casos es la manera en que el Gobierno y la
Administración los afrontan", advierte.
"La mala gestión es la
característica común de todos ellos. Es el problema de las disfunciones del Estado
belga, que no se deben a la regionalización, sino al clientelismo. Los nombramientos y
las promociones se deciden en función de la filiación política, no por la capacidad
personal. Se crean puestos vacantes para los amigos políticos y la Administración se ha
dividido en células dominadas por cada partido, que se niegan a colaborar entre ellas y
entablan luchas internas. Así, la mano derecha no sabe qué hace la mano izquierda".
"Es un fenómeno",
prosigue, "que se dio en el caso Dutroux, las llamadas guerras de las
policías y guerra de los magistrados. En los pollos ha pasado lo mismo: los ministerios
de Salud y de Agricultura estaban enfrentados entre sí. "Eso hace que la
intervención del Estado en esos casos sea lenta, poco coordinada, incoherente,
insuficiente. Es lo que llamo el mal belga. Por eso los casos tienen más resonancia que
en otros países. En todos los países hay casos. En España hubo el problema del aceite
de colza, que fue mucho más grave que el de la dioxina porque hubo muchos muertos, pero
si éste ha crecido tanto es porque se gestiona mal".
Flamenco como De Smet, Geert van
Istendael es escritor. "Bélgica es un microcosmo de Europa. Todo lo que pasa aquí
pasará en Europa", ríe. "No sólo en Bélgica pasan cosas", advierte
también él, "pero aquí se magnifican". "En el Reino Unido hubo el
problema de las vacas locas. En Francia, la sangre contaminada. Son casos que han
provocado una gran polémica, pero que nunca han afectado a la reputación de esos
países. Es fácil atacar a un país pequeño como Bélgica", protesta.
Donatienne Claeys-Bouvaert coincide:
"Tengo un sentimiento de cabreo y vergüenza. No basta con apagar fuegos como hacía
Dehaene, a veces hay que anticiparse". Funcionaria de la Comisión Europea, asegura
que la crisis de la dioxina le ha "afectado mucho". "Tengo tres hijos a los
que no quiero envenenar y no entiendo que tardaran tanto en tomar medidas en un problema
que conocían desde hacía tanto tiempo", se queja.
Los belgas han quedado marcados por
la crisis de la dioxina. "El primer sábado, cuando fui al supermercado, no sabía
qué comprar", recuerda Donatienne. "Era muy triste ver a la gente mirando todas
las etiquetas, desconfiada. Fui a mi carnicería y pregunté si la carne era segura. El
carnicero me contestó que sí, pero no lo decía muy convencido. Tenía salchichas y le
pregunté también si eran buenas y me respondió otra vez que sí. Pero al irme le oí
comentar que desde el lunes estaría prohibido venderlas. Creo que nunca más volveré a
esa carnicería". "Ha habido gran falta de información desde los poderes
públicos. Pero tampoco te puedes fiar del detallista, porque lo que intenta es vender su
mercancía".
Algunos en Bélgica creen que el
problema de la dioxina, como ayer el caso Dutroux, es consecuencia del problema
regional. "Es un reflejo del error de los políticos de centrar su atención sobre
todo en el problema comunitario. La crisis de la dioxina ha tenido la virtud de que ha
vuelto a llevar el debate a los problemas que de verdad interesan a la gente: la policía,
la justicia, el modelo de agricultura", sostiene Marc Uyttendaele, profesor de
Derecho Constitucional en la Universidad Libre de Bruselas (ULB).
"Lo que me deja perplejo es que
Bélgica esté siempre tan mal gestionada. La información no llega, se camufla. Pero lo
que es un poco injusto es que sólo se señale a Bélgica, cuando ocurre lo mismo en
Francia o en Holanda. En cierto sentido, hay una tendencia a la autoflagelación. Aquí
hay disfunciones, pero las hay en todas partes", se consuela con mal ajeno.
Pero, aunque denuncia los debates
estériles entre francófonos y valones, Uyttendaele advierte que "el problema no es
la estructura regional". "No hay demasiados gobiernos en Bélgica. La estructura
federal es un poco compleja, pero es un reflejo de la lógica democrática. En realidad,
el modelo belga es un éxito", dice. "El problema es que durante 40 años el
Gobierno federal ha estado dominado por los partidos cristianos. Y es demasiado tiempo.
Las elecciones (del 13 de junio) han sido revolucionarias porque por primera vez desde
1958 les van a alejar del Gobierno", sostiene. Socialcristianos y socialistas, que
formaban Gobierno, perdieron hace una semana la mayoría. Los liberales son ahora el
primer partido, pero los ecologistas fueron los grandes triunfadores.
Su análisis es compartido.
"Desde 1884, el partido católico ha estado siempre en el Gobierno, salvo durante
siete años, justo después de la guerra, y en el periodo 1954-1958. Ha tenido una
hegemonía total y eso no es bueno. En democracia debe haber alternancia", opina el
escritor Van Istendael. "El mundo católico no se limita a los partidos. Están las
mutualidades, el sindicato agrario, la enseñanza (en Flandes, el 80% de los alumnos va a
escuelas católicas). Son casi intocables".
El periodista De Smet coincide.
"Las organizaciones católicas tienen mucho poder. Es una amalgama de lobbys:
el obrero, el agrícola, el empresarial. En las listas del CVP siempre ha habido plazas
reservadas para esos lobbys. Entre los diputados y senadores del CVP en la última
legislatura había 13 que procedían del Comité Político del Boerendbond, el sindicato
agrario". Católico y flamenco, fundado en Lovaina en 1890, los agricultores
afiliados al Boerendbond suman una facturación de medio billón de pesetas al año.
Este sindicato ha sido señalado por
el dedo acusador de los francófonos. Le responsabilizan de la crisis de la dioxina,
aunque sólo sea porque desde hace años el ministro de Agricultura procede
sistemáticamente de las filas de ese lobby. Una vez más, el problema regional.
Durante el caso Dutroux, los flamencos denunciaron el caos policial y judicial en
el sur del país. Ahora son los francófonos quienes denuncian el desastre provocado por
la agricultura intensiva del norte.
"La reacción regional no ha
sido tan fuerte como otras veces, pero ha habido comentarios exagerados", explica
Michel de Muelenaere, responsable de las páginas de sociedad del diario francófono Le
Soir. "Además, no es cierto que en temas de agricultura los valones lo hagan
mucho mejor que los flamencos. Es verdad que el 95% de la cría industrial de pollo está
en Flandes, pero también es verdad que el 95% de la cría de pollo en Valonia es también
industrial".
Pese a su uso como arma arrojadiza,
el problema regional ha quedado enterrado en las últimas semanas. "Ha desaparecido
del debate político durante la campaña electoral, probablemente por la dioxina y por
Kosovo", explica el periodista de Le Soir. "Es muy revelador que los
políticos más votados en estas elecciones han sido aquellos que menos han recurrido a la
cuestión lingüística". "Eso, y la subida ecologista, me parece que es un
mensaje de los electores a los políticos: ocupaos de arreglar los temas que afectan a la
sociedad, estáis obsesionados con la cuestión regional", sostiene. "Pero el
problema lingüístico", recalca De Muelenaere, "siempre reaparece en el
escenario político. Lo que ha ocurrido es como si hubiera fuego en una habitación y se
cierra la puerta. El fuego ya no lo vemos, pero quién sabe si se ha apagado".
Veremos si los partidos han entendido ese mensaje. La llegada de los ecologistas puede
ayudar a eso".
La cuestión regional puede volver
al candelero en cualquier momento. Hay materia a la espera. El Parlamento flamenco aprobó
en marzo un catálogo de exigencias que, a ojos francófonos, vaciarían de contenido el
Estado federal. Después de tres años de discusión, los flamencos llegaron a un consenso
sólo roto por los ecologistas, aunque los socialistas flamencos se descolgaron de la
reivindicación esencial y más delicada planteada por los partidos del norte: el traspaso
de buena parte de la Seguridad Social y ayudas a la familia. Pero sí se sumaron a quienes
reclaman la transferencia completa de la recaudación del IRPF o la injerencia de Flandes
y Valonia en la gestión de la tercera gran región, Bruselas-capital.
Algunos prevén largas y duras
negociaciones en la legislatura que empieza. Otros creen que no ocurrirá nada. "No
habrá negociación comunitaria porque para negociar hacen falta dos. Y los francófonos
no quieren", sostiene el profesor Uyttendaele. Sin embargo, casi nadie cree que
Bélgica "estalle", como reclaman los extremistas flamencos. "No sé si va
a estallar, pero sería una lástima que desapareciera porque es un laboratorio de
cohabitación democrática y, en el fondo, es una primera muestra de lo que será Europa
con el tiempo", vaticina.
"No veo el estallido del Estado
belga. En absoluto", opina Geert van Istendael. "La independencia es reciente,
en 1830, pero el territorio belga existe desde los tiempos de la ocupación por los
españoles. Aquí ha habido españoles, franceses, austriacos, holandeses. Eso ha formado
una entidad específica, que no es un Estado-nación al estilo de Francia, pero sí una
entidad específica muy vieja. Yo creo en un pueblo belga, aunque no todos tienen la misma
lengua. En la vida hay más cosas que la lengua".
"Bélgica no es como
Checoslovaquia o como Yugoslavia. Checoslovaquia nunca formó una unidad hasta 1918. En
Eslovaquia eran húngaros y en Chequia eran austriacos. Los extranjeros me dicen: los
flamencos os vais a unir a Holanda. Y es verdad que hablamos la misma lengua, pero yo
jamás me definiría como un holandés", solemniza Van Istendael.
Concuye Yves de Smet: "No nos
hemos convertido en una Yugoslavia y eso sí es un gran mérito de la clase política
belga".
EL PAIS, 21-06-99
|
| El Estado
evanescente IGNACIO CEMBRERO
El 19 de marzo el Gobierno belga
sospechó que aceites reciclados que contenían dioxina se mezclaron con grasas animales
con las que se alimentan a las aves de corral. Sólo el 28 de mayo empezó a tomar medidas
para proteger a los consumidores. El 20 de mayo un diario de Amberes, Gazet van
Antwerpen, señaló que dos personas padecían intoxicaciones digestivas tras beber
Coca Cola. Nada menos que el 11 de junio el Ministerio de Sanidad belga iniciaba la
retirada del comercio de los productos fabricados por la multinacional norteamericana.
La gestión de la crisis de la
dioxina ha sido "más bien caótica" debido "a una falta de reacción de
los poderes públicos", lo que ha supuesto "una considerable pérdida de
tiempo", y a una "flagrante" carencia de coordinación así como a una
"muy insuficiente" circulación de la información entre las autoridades
competentes.
Los que denuncian con vehemencia la
incompetencia de la mastodóntica administración belga no son los ecologistas, son los
once inspectores comunitarios que han investigado los orígenes y gestión del trance por
parte del Ejecutivo bruselense. El Estado belga evanescente hace frente a las crisis con
creciente dificultad.
Ni la dioxina ni mucho menos la Coca
Cola han provocado, por ahora, ningún muerto. Otro caso de mal funcionamiento de la
Administración belga, la investigación del asunto Dutroux, sí los ha causado:
Julie, Melissa, An y Eefje, las cuatro niñas víctimas del pederasta. Y todavía siguen
coleando los resbalones de las pesquisas policiales.
La fiscal de Lieja, Anne Thily,
pidió el martes la apertura de diligencias policiales para determinar por qué algunos
vídeos incautados por las fuerzas de seguridad en el domicilio en 1995 de Dutroux fueron
parcialmente borrados antes de ser entregados a la Justicia. El visionado de las imágenes
suprimidas hubiese precipitado la detención y, acaso, las pequeñas se hubiesen salvado.
Por doloroso que fuese, el asunto
Dutroux se situaba en línea con la retahíla de escándalos que han salpicado la
reciente historia de Bélgica. La crisis de la dioxina no. Supone un salto cualitativo
porque afecta al hombre de la calle en sus hábitos de consumo y, sobre todo, porque toca
a la esencia misma del reino.
Más allá de su Administración
caótica y de sus políticos, en parte, corruptos, Bélgica es un país próspero con un
tejido empresarial creativo y eficaz. Prueba de ello, los belgas son los primeros
exportadores de Europa per cápita y los segundos del mundo. Las ventas en el
extranjero de este país de 10 millones de habitantes suponen cerca de la mitad de las de
Japón y superan en un 64% a las de España.
La dioxina hace trizas esta buena
fama. "El problema", reconocía el 9 de junio un comunicado difundido por la
célula de crisis interministerial belga, "supone para nosotros un golpe tremendo y
nos origina un inmenso desasosiego: contradice nuestra reputación de tradición y
calidad".
En un país donde sólo existen
nacionalismos regionales, el primer ministro, Jean-Luc Dehaene, se atrevió a hacer un
llamamiento inusual a los belgas para que sean "chauvinistas" y adquieran los
productos alimentarios que ya no absorberán los mercados extranjeros y que merecen toda
confianza.
Recuperar la confianza de la
sociedad va a ser una tarea ardua. Las elecciones legislativas del domingo pasado han
provocado un auténtico terremoto. Sus vencedores son los verdes y, en menor medida, el
Vlaams Blok, la extrema derecha flamenca que es la lista más votada en Amberes, Malinas,
San Nicolás etcétera. Los derrotados son los partidos tradicionales, democristianos y
socialistas. "Gobernar este país va a resultar aún más difícil", declaraba
tras los comicios Philippe Busquin, el líder socialista valón. "Veremos cómo
salimos de este embrollo", añadía el liberal Louis Michel.
Las fuerzas centrífugas
aprovecharán, probablemente, el vacío para intentar roer competencias al poder central.
El Parlamento de Flandes aprobó ya en marzo una propuesta para convertir la federación
belga en una confederación en la que las regiones recaudarían el IRPF, la Seguridad
Social se partiría en dos y ambas regiones administrarían conjuntamente la capital,
Bruselas, francófona en un 85%. Sólo los socialistas y los verdes se abstuvieron en la
votación.
Al conocerla, los valones pusieron
el grito en el cielo "Mis compatriotas flamencos son un peligro para la
solidaridad", comentó el presidente de Valonia, Robert Collignon. Se refería al
1,65 billones de pesetas que cada año la rica Flandes transfiere a la "pobre"
Valonia a través de la Seguridad Social. Durante 130 años Valonia ha subvencionado a
Flandes, escribía el historiador bruselense Hervé Hasquin, y "sería injusto y
escandaloso que, cuando la situación se ha revertido y Valonia requiere ayuda, los del
norte, los más ricos, quieran ahora soltar amarras".
Esta propuesta flamenca, que
pondría en manos de las regiones más del 75% del presupuesto nacional, debería de ser
uno de los platos fuertes de la legislatura que empieza. Si se llega a discutir será la
quinta vez en treinta años que Bélgica emprende una reforma constitucional tendente a
despojar al Estado central de las competencias que la Unión Europea no le ha quitado
aún. A este paso no tardará en convertirse en un cascarón vacío.
La última reforma, la que acabó en
1993 y que, según se prometió entonces, había sido la definitiva, dio a luz un país
con tres regiones (Flandes, Valonia y Bruselas) y tres comunidades (la francófona que
abarca a Valonia y Bruselas), la de habla holandesa (Flandes y los flamencos de Bruselas)
y la germanófona en el este. Para rizar el rizo, los ayuntamientos son especialmente
poderosos.
Las competencias del Estado central
abarcan desde la Justicia hasta el orden público pasando por la diplomacia; las regiones
se encargan de la vivienda, economía, medio ambiente, obras públicas, transportes y, las
comunidades, de la enseñanza, la cultura, la sanidad y el deporte.
Hasta los años 50 había un Estado
belga centralizado en manos de los valones. Esta jungla institucional que lo ha sustituido
explica en buena medida la ineficiencia de una administración en la que, para más inri,
los cargos se reparten en función de las cuotas atribuidas a los partidos. La seguridad
alimentaria depende, por ejemplo, de tres ministerios (Sanidad, Agricultura y Economía)
cuya comunicación no era fluída.
Peor aún, Agricultura mantiene
tradicionalmente estrechas relaciones con el Boerenbond, el poderoso sindicato campesino
flamenco, con intereses en la industria agroalimentaria, y ferviente partidario del
cultivo intensivo. El Boerenbond ejerce además una fuerte influencia sobre el partido
socialcristiano de Flandes en el poder, casi ininterrumpidamente, desde el final de la
guerra.
Hay otros países federales que
apenas tienen Estado central pero en Bélgica sus ciudadanos no poseen ni siquiera el
sentimiento de pertenecer a una misma comunidad. Desde hace más de 20 años los partidos
políticos son sólo regionales; la educación y la cultura están tan compartimentadas
que los debates de sociedad difieren de una región a otra. La identidad belga consiste
sólo en declararse monárquico o aplaudir al equipo nacional, los Diablos Rojos.
EL PAIS, 21-06-99
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| Los cosméticos de origen belga, bajo sospecha
La Comisión Europea (CE) ha pedido a Bélgica que compruebe si los productos cosméticos
elaborados en el país están contaminados por dioxinas. La petición se debe a que los
inspectores comunitarios han averiguado que la empresa que distribuyó la grasa
contaminada, Verkest, también la suministró a compañías que fabrican productos de
higiene y de belleza. La federación belga de industrias cosméticas ha pedido también al
Gobierno de su país que examine la procedencia de los ingredientes utilizados en la
elaboración de jabones y champús. El portavoz de la comisaria de Consumo, Emma Bonino,
advirtió ayer que la posible contaminación de los cosméticos es sólo una sospecha y
que la Comisión no tomará ninguna medida hasta conocer los resultados de los análisis.
La Vanguardia, [22/06/99]
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| España
importó de Bélgica aceites sospechosos para hacer piensos en plena crisis de las
dioxinas
Fogra, empresa investigada por Bélgica por ser la probable causante de la crisis de
las dioxinas, se deshizo de 129 toneladas de aceite sospechoso con su venta a una empresa
de Cambrils (Tarragona)
ENRIC ALFONSO
Tarragona. - España importó, durante la última semana de mayo -es decir, en plena
crisis de las dioxinas-, 129 toneladas de aceite sospechoso de estar contaminado de la
empresa de la que se sospecha ser la causante de esta grave intoxicación alimentaria,
Fogra. El Gobierno español supo de esta importación el miércoles, en una reunión del
Comité de Veterinarios de la UE, pero no admitió su existencia hasta ayer, cuando fue
requerido por los medios de comunicación tras una "filtración" comunitaria.
El Ministerio de Agricultura, por medio de su secretario general, Carlos Díaz Eimil,
aseguró que ese aceite -reciclado a partir de frituras para fabricar pienso- no está
contaminado, pero no aportó ninguna prueba y se remitió a un "certificado" de
la Administración belga. Fue una explicación incompleta, enmendada minutos después por
la Generalitat de Catalunya, cuando informó de que había inmovilizado la partida a la
espera de realizar un análisis. Partidos de la oposición y los consumidores acusaron
ayer al Gobierno de ocultismo y de confusionismo.
La sucesión de hechos es demoledora. Fogra, una empresa domiciliada en Bertrix
(Bélgica), a la que las autoridades sanitarias investigan como principal sospechosa de
vender aceites contaminados con dioxinas a Verkest -que suministra a su vez harinas a
todos los fabricantes de pienso belgas- se deshizo en la última semana de mayo de
cantidades no determinadas de aceite, entre ellas 129 toneladas que fueron a parar a
España.
Para ello, Fogra vendió su mercancía a Demeter, una empresa holandesa que posee una
filial en España, Demeter Co España, con sede en Cambrils. Jacqueline Groenevelt,
gerente de la empresa, confirmó haber recibido la mercancía y que su destino final eran
las fábricas de piensos españolas, de las que son habituales suministradoras. "Pero
esta era la primera vez que comprábamos algo a Fogra", aclaró a este periódico.
"Habitualmente compramos aceites a Alemania y Austria."
"El aceite se encuentra inmovilizado a la espera de que se hagan los pertinentes
análisis. Lo inmovilizamos nosotros mismos." En realidad el aceite fue intervenido
de forma cautelar por la Generalitat el jueves, que fue alertada de su existencia por la
Administración central. Ahora se encuentra en unos almacenes de Mont-roig del Camp
(Tarragona) alquilados por Demeter Co España a la sociedad Depósitos de Productos
Básicos SL.
La Administración belga considera a Fogra la principal sospechosa de la contaminación
por dioxinas, como consta en un informe provisional de la Comisión Europea. Fogra
suministraba aceites reciclados de frituras -de origen doméstico y de la hostelería- a
Verkest, fabricante de harinas para piensos.
Muestras realizadas en la empresa atestiguan la existencia de dioxinas y PCBs en sus
aceites y avanzan la hipótesis de que Fogra mezcló -involuntaria o voluntariamente-
aceites industriales en sus productos. Según informa el periódico belga "Le
Soir", Fogra utilizaba incluso despojos de animales. Cuando el Gobierno belga
paralizó la actividad de Verkest, Fogra tuvo que buscar otros compradores, y los halló
en España. Las palabras de Josep Piqué, al término del Consejo de Ministros de ayer, de
poco sirvieron para calmar los ánimos. Alfredo Pérez Rubalcaba habló de ocultación por
parte del Gobierno y la OCU reclamó la inmediata presencia del ministro de Agricultura,
Jesús Posadas, en el Congreso para explicarse.
El Comité de Veterinarios de la UE se reunirá el martes para abordar el levantamiento
del embargo sobre determinados productos belgas, entre ellos la leche, en una crisis que
dura ya demasiado y que lleva a media Europa en vilo.
La Vanguardia [16/06/99]
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| El
uso indebido de aceites industriales en los piensos causó la contaminación por dioxinas
ANTONIO CERRILLO
Barcelona
El Gobierno belga tiene ya una teoría clara sobre el origen de la contaminación de los
piensos que intoxicaron con dioxinas los productos lácteos, la carne y productos
derivados de la mayor parte de explotaciones agrarias de aquel país. Las causas de la
contaminación estarían en la entrada en la cadena alimentaria animal, y de forma
indebida, de "aceites" procedentes de transformadores eléctricos en cuya
composición se encuentran los PCB (policlorobifenilos), sustancias que originaron las
dioxinas. Esta es la explicación dada ayer por Josep Rivera, director del laboratorio de
dioxinas del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), quien participó el
lunes en una reunión de expertos de alto nivel convocada por el Gobierno belga.
Los PCB son compuestos que se utilizan en fluidos con importantes propiedades aislantes, y
que son empleados a su vez como refrigerantes en los transformadores eléctricos. Pese a
que su fabricación y uso quedó prohibido en la UE, todavía permanecen en aparatos que
no han acabado su vida útil.
Los datos fueron revelados en la reunión a la que Josep Rivera acudió junto a otros 14
expertos europeos. Las autoridades sanitarias de aquel país aseguraron que "es casi
seguro que han sido estos aceites". Sin embargo, no quisieron confirmarlo de forma
oficial debido a que el caso se encuentra bajo investigación judicial. Los participantes
fueron consultados por las autoridades sanitarias de aquel país sobre los métodos más
eficaces para analizar los animales susceptibles de haber sido contaminados con dioxinas.
¿Cómo se explica la entrada de PCB en la cadena alimentaria animal? Existen dos
hipótesis. Una apunta a que se trata de un acto criminal. En concreto, no se descarta que
estos fluidos, que debían ser destruidos por su alta peligrosidad, fueran vendidos como
productos que se pueden usar para la alimentación animal después de haber sido
convenientemente reciclados. La segunda posibilidad -explica Rivera- es que se hubiera
producido un error en su manipulación, de tal manera que estas sustancias hubieran sidos
confundidas con aceites de origen vegetal destinados a la fabricación de piensos para
animales.
Bélgica se plantea analizar si los alimentos intervenidos están contaminados por PCB
para decidir qué pasos dar. Si están contaminados, se procederá a su destrucción. Si
no es así, deberán pasar por un segundo análisis para determinar el verdadero origen de
las dioxinas. En los análisis realizados hasta el lunes se ha visto que los productos
intervenidos contienen PCB.
Los PCB, descubiertos a principios de siglo, fueron ampliamente utilizados en
instalaciones industriales, sobre todo en transformadores eléctricos, dadas sus
propiedades aislantes, entre otras cualidades. Sin embargo, con posterioridad, se
descubrió su toxicidad y los riesgos que conllevan para la salud y el medio ambiente. Las
directivas comunitarias prohibieron su fabricación y comercialización a partir de una
primera norma de 1976, aunque se permitió mantenerlo en los aparatos mientras acababa la
vida útil de estos. En Cataluña, por ejemplo, la Generalitat los prohibió en una orden
de 9 de septiembre de 1986 que adaptó la norma comunitaria. En 1996, otra directiva
obligaba a inventariar los aparatos que contienen PCB para evitar su vertido o
eliminación incontrolada y concedía un plazo máximo hasta el 2010 para retirar estos
fluidos de los transformadores.
La Vanguardia [16/06/99] |
| Veneno en pequeñas dosis [Cómo funcionan las dioxinas] PILAR
ROYA
Tres años después de la crisis de las "vacas locas"
los europeos se enfrentan a la del "pollo a la dioxina". Pero a pesar de la
peligrosidad de esta sustancia, las cantidades que pueden haber llegado a los consumidores
no tendrían a largo plazo muchas consecuencias.
La alarma es, según los expertos, razonable, necesaria y
saludable, pero debe situarse en su contexto. Por un lado, parece intolerable que
productos tan tóxicos como las dioxinas puedan pasar a la cadena alimentaria en la
proporción que lo han hecho y que se tarde meses en detectarlos. Es también cuando menos
una muestra de ineficacia que todavía no se tengan datos concretos sobre las granjas
implicadas y la concentración exacta de dioxinas en los alimentos concernidos.
Sin embargo, por lo que parece, las dioxinas belgas no afectarán
de manera considerable la salud de los que hayan consumido pollo contaminado. Según lo
que ha comunicado el Gobierno belga, la tasa de dioxinas encontrada en los pollos
implicaría que una persona de 75 kilos de peso que hubiera comido 150 gramos de pollo
contaminado (conteniendo un 10 % de grasa) habría absorbido de una vez la dioxina que la
Organización Mundial de la Salud recomienda para diez días y el Gobierno francés para
cien días. La gravedad debe, por tanto, situarse en el contexto del consumo cotidiano de
dioxinas más que en las consecuencias específicas de este caso.
En efecto, el problema de las dioxinas es su consumo continuado,
y sería por tanto inocente o exagerado pensar que todo se reduce al problema belga. Todos
los individuos de este planeta (al menos los que pueden comer algo) consumen dioxinas
diariamente, y es ese consumo continuado y no el del pollo belga el que, según los
expertos, puede llegar a afectar la salud. No parece que haya motivo para la alarma, pero
sí para una vigilancia estricta.
UN POCO DE HISTORIA
La magnitud de la capacidad de contaminación de las dioxinas se
constató tras la guerra del Vietnam: superficies inmensas de bosques y cultivos fueron
destruidas por bombas americanas que contenían herbicidas con dioxinas. La catástrofe
ecológica provocada por la acción militar americana no tenía precedente en la historia.
Entre 1962 y 1971 se lanzaron en Vietnam más de 70.000 metros cúbicos de herbicidas, con
nombres que no hacen justicia a su capacidad mortífera: el agente naranja, el agente
azul... La superficie de bosques destruida lle gó al millón y medio de hectáreas y el
de cultivos a un cuarto de millón de hectáreas. Veinticinco años después, los bosques
no presentan ningún signo de regeneración. Los problemas sobre la salud provocados por
las dioxinas también aparecen en toda su extensión con Vietnam: los veteranos
norteamericanos presentan cánceres y alteraciones congénitos en sus hijos, que los
investigadores atribuyen a las dioxinas.
Sin embargo, no hay duda de que la fecha en que la dioxinas
pasaron a la historia de las catástrofes fue el 10 de julio de 1976, cuando en Seveso, en
el norte de Italia, una cuba en la que tenía lugar una reacción química explotó y se
produjo una nube blanca que extendió 2,5 kilos de dioxina en el entorno, lo que
representa algo así com 500.000 dosis mortales para el hombre. Veinticuatro horas más
tarde las golondrinas fueron las primeras en morir, les siguieron los pollos, los conejos
y los perros. Cinco días después la población empezó a presentar problemas de salud,
que no han dejado de aparecer hasta ahora.
CARACTERÍSTICAS
Las dioxinas son compuestos orgánicos que se forman
espontáneamente en la combustión de una gran variedad de sustancias; no son sustancias
que se sinteticen a propósito. Las hay de origen natural, como las producidas en los
fuegos forestales, pero su papel no representa más que el 5 % de las presentes en el
entorno. La mayor parte de las dioxinas se produce a partir de procesos de origen humano,
como la manufactura de metales, la combustión de materias plásticas o la fabricación de
pesticidas. Su producción en este siglo ha sido tan importante que las dioxinas se
encuentran ya en casi todas partes y en cualquier medio, en el agua, en la tierra, en el
aire, las plantas, los animales...
Las dioxinas son sustancias estables en la naturaleza, no se
degradan sino en una pequeña parte por la acción del sol, una vez se han incorporado a
la cadena alimentaria ya no la abandonan. De hecho, la vida media de las dioxinas en el
cuerpo humano se calcula entre cinco y veinte años. El organismo dispone de sistemas que
transforman las toxinas más difíciles de eliminar --las solubles en grasas o
liposolubles-- en hidrosolubles para evacuarlas a través de los riñones. Estos
mecanismos son ineficaces frente a la dioxina, siempre liposoluble.
PROBLEMAS DE SALUD
Las dioxinas tienen una gran capacidad para alterar el
funcionamiento de los sistemas biológicos a muy bajas dosis. La más temible, la que
produjo la catástrofe de Seveso y conocida por TCDD, es 600 veces más tóxica que la
estricnina. La exposición aguda a las dioxinas presenta un grado de intoxicación
variable, con la aparición frecuente de dermatosis, hiperpigmentación de la piel y
aumento del vello corporal. Además, produce problemas hepáticos, diarreas, inflamación
del aparato urinario, alteraciones neurológicas y psicológicas.
En cuanto los efectos crónicos, las dioxinas se han relacionado
con problemas que van desde desarreglos hormonales hasta cánceres, pasando por
alteraciones inmunológicas y del desarrollo embrionario. No hay sin embargo un
conocimiento profundo sobre qué enfermedades induce a largo plazo y en qué proporción,
ya que el estudio en seres humanos es muy difícil y la sensibilidad varía mucho.
El estudio más reciente y exhaustivo lo llevó a cabo hace dos
años un grupo de 25 científicos que investigó la presencia de cánceres en poblaciones
de riesgo, como algunos agricultores de Nueva Zelanda y trabajadores de la industria
papelera. Según estos investigadores, el riesgo relativo de desarrollar cualquier tipo de
cáncer en poblaciones expuestas a la dioxina aumenta por un factor de alrededor de 1,4;
es decir, si en una población normal la frecuencia de un determinado cáncer es de cien
personas por cien mil de habitantes, en una población expuesta a la dioxina sería de 140
personas por cada cien mil individuos. Es más, según algunos estudios, el hecho de que
las dioxinas alteren el sistema hormonal, actuando como un antiestrógeno, tiene sus
beneficios, ya que ciertos cánceres presentan una disminución de riesgo en ratas
expuestas a dioxinas, como son el cáncer de mama y el de útero.
MECANISMO DE ACCIÓN
Por su forma molecular plana, las dioxinas se parecen a algunas
hormonas. Esto tiene dos efectos. En primer lugar, las dioxinas actúan por su cuenta como
hormonas, alteran el equilibrio del organismo. En segundo lugar, el sistema inmunitario la
reconoce como extraña pero en su ataque la confunde con hormonas que se le parecen, por
lo que destruyen sustancias importan tes para el organismo. Por otro lado, la dioxina
llega a alterar el código genético de las células. La célula tiene un núcleo en el
que el ADN, el material genético, se conserva. Este núcleo tiene un perímetro de
defensa que aleja las moléculas potencialmente dañinas. La dioxina consigue engañar a
una de las moléculas guardianas y penetra en el núcleo, pudiendo estimular ciertas zonas
sensibles del ADN e inducir la producción ilícita de proteínas con efectos indeseables
durante mucho tiempo.
DOSIS PERMITIDA DE DIOXINAS
En el ser humano, la principal fuente de dioxina se debe a la
alimentación en más de un 90 %. Fundamentalmente proviene de los productos lácteos, la
carne de bovino, cerdo, pollo y pescados. Los pesticidas que contienen residuos de
dioxinas y que han sido pulverizados sobre las frutas, verduras y hortalizas pueden
también ser fuentes de contaminación. No hay un acuerdo científico sobre cuál es la
dosis diaria de dioxinas que debería ser el máximo absorbido por el ser humano: no hay
estudios que determinen el grado de inocuidad a largo plazo. En consecuencia, la
variación entre las normativas de distintos países es muy grande. En Estados Unidos la
dosis diaria es 170 veces menor que en Francia y 600 veces menor que lo que sugiere la
Organización Mundial de la Salud.
"VACAS LOCAS" Y HORMONAS
Entre el caso de las dioxinas, el de las "vacas locas"
o el del engorde a base de clembuterol hay un denominador común que debería hacer
reflexionar a las autoridades sanitarias: la expansión de métodos de producción
masificada de alimentos, que introducen técnicas sobre cuya seguridad alimentaria
todavía no se tiene un conocimiento profundo o que presionan a los productores hasta el
límite de lo razonable.
En el caso de las "vacas locas", el origen del problema
fue de orden biológico, al contrario en el de las dioxinas que es de naturaleza química.
La enfermedad aparecida se asoció, aún sin confirmación indiscutible, a la presencia de
unas proteínas de comportamiento extraño, los priones. Sus efectos son a largo plazo,
aunque, al contrario de las dioxinas, los individuos afectados parecen ser sólo una parte
ínfima de la población expuesta. En cuanto al tratamiento con hormonas de la ganadería
bovina, la cuestión nació de la aplicación indiscriminada de ciertas hormonas poco
antes del sacrificio del animal para conseguir el incremento de peso a cuenta de un
aumento del agua corporal. En este caso, el origen del problema es a la vez biológico y
químico, ya que se trata de efectos fisiológicos inducidos por sustancias de síntesis.
Los efectos sobre la salud son fundamentalmente agudos, con incidencia sobre el aparato
cardiovascular, aunque no se descarta que su administración continuada pudiera provocar
un aumento del riesgo de padecer ciertos cánceres.
La Vanguardia [15/06/99]
|
| Alemania investiga los PCB
Alemania ordenó ayer analizar la existencia de
policlorados de bifenilo (PCB) en la carne de origen belga una vez que las autoridades del
land de Hesse descubrieron esta sustancia en pollos inmovilizados. El PCB es una molécula
clorada que, como las dioxinas, aparece en procesos industriales y tiene también un
potencial efecto cancerígeno. Las cantidades halladas (40 miligramos por kilo de carne)
superan con creces las toleradas por la OMS. En los huevos, según Alemania, la
concentración es mucho mayor.
La Vanguardia [12/06/99] |
| El bloqueo de alimentos "made in Bélgica" afecta en
España a marcas muy populares
SUSANA QUADRADO
Barcelona
La inmovilización ordenada por la Gobierno español el pasado día 4 de todos los
productos lácteos, carne y derivados de origen belga afecta a marcas muy populares en el
mercado. Durante estos días, multinacionales con gran implantación en España como
Nestlé y Danone han paralizado, como medida de precaución, la importación, el
suministro y la venta de aquellos productos de su cartera elaborados en sus plantas de
Bélgica.
Con todo, a última hora de la tarde de ayer Danone recibió la autorización de la
dirección general de Salut Pública de la Generalitat de Catalunya de reanudar la
comercialización en el mercado catalán de la mercancía afectada por el bloqueo
preventivo. La gama de productos de Danone ya desbloqueados en Cataluña, aunque no
todavía en el resto de comunidades autónomas, son: la leche fermentada Actimel, tres de
las cinco especialidades de la leche infantil Mi Primer Danone (biberón, natural
azucarado y fresa-plátano) y el Petit Suisse líquido de plátano y fresa. La Generalitat
ha dado luz verde a estos alimentos tras comprobar que están libres de dioxinas mediante
análisis y certificaciones presentados por Danone. "Conocemos incluso la procedencia
del pienso que comen las vacas de nuestra planta en Bélgica", afirmó un portavoz de
la multinacional.
Nestlé, por su parte, mantiene paralizada la importación, suministro y venta de la
"mousse" de queso fresco Sveltesse y la nata montada azucarada en spray La
Lechera, ambos elaborados en Bélgica. "Sólo unos resultados científicamente
certeros de la absoluta inocuidad de la materia prima con que se fabrican estos dos
productos garantizará que Nestlé reanude su venta", dijo una portavoz.
Mientras Sanidad se resiste a hacer públicas qué especialidades y marcas están
afectadas por el bloqueo preventivo en España, portavoces de importantes cadenas de
hipermercados consultados coincidían ayer en algunos productos de gran aceptación entre
el consumidor. Estas fuentes afirman que se han retirado de los estantes algunas
especialidades del chocolate Suchard, varios tipos de galletas Lu, además de los huevos
Kinder. Es conocido por los consumidores que la inmovilización ordenada por el Gobierno
español repercute en todos los productos fabricados en Bélgica, una característica
fácilmente detectable por el identificativo de la B de Bélgica en la etiqueta.
El ministro de Agricultura, Jesús Posada, informó ayer que el bloqueo se mantiene y
admitió que su departamento actúa "con parsimonia" para dar mayores garantías
al consumidor. El ministro llamó a confiar en los productos españoles. La actuación de
Sanidad está en consonancia con una nota difundida por la Organización Mundial de la
Salud (OMS), que pide a los países más precauciones con los productos susceptibles de
contaminación con dioxinas.
Hasta ayer al mediodía, la sanidad española había inmovilizado como acción preventiva
más de 4.212 toneladas de productos de procedencia belga: 3.100 toneladas de carne de
ave, cerdo o ternera; 292 de lácteos; 281 de chocolate; 195 de helados; 21 de derivados
de huevos; 18 de patatas fritas; 36 de galletas y 26 de productos de pastelería. Ayer se
supo también que la venta de huevos españoles ha caído un 10% por la crisis belga.
La Vanguardia [12/06/99] |
| Las empresas
belgas afectadas por la contaminación son más de 14.000
Bruselas. (Agencias.) - Bélgica
reanudará hoy la exportación de productos procedentes del sector ganadero que no estén
contaminados por dioxinas, según autorizó ayer la Comisión Europea por mediación de su
comisario de Agricultura, Franz Fischler. La decisión se produjo una vez que las
autoridades belgas hicieron entrega al comisario de una extensa lista en la que se
contienen las más de 14.000 empresas afectadas por la contaminación. La lista comprende
tanto explotaciones agropecuarias como empresas del sector de la alimentación y su
número debe matizarse en la medida en que algunas de ellas figuran por duplicado (si
venden leche o carne de pollo, por ejemplo). En conjunto, las dioxinas pueden haber
llegado a los productos de 1.511 explotaciones de pollos, 4.891 de porcino y 7.523 de
ganado bovino. Todo esto no obvia que el Ejecutivo belga mantenga su pulso con las
autoridades comunitarias con respecto a la inmovilización de productos como la leche y
sus derivados: ayer el primer ministro, Jean-Luc Dehaene, afirmó que la leche no está
afectada por dioxinas. Asimismo, los agricultores prosiguieron con la construcción de
barricadas en las carreteras con Francia para evitar la entrada de importaciones. El lunes
la CE hará público el resultado de una primera investigación sobre el origen de las
dioxinas.
La Vanguardia [12/06/99] |
|